domingo, 25 de noviembre de 2012

KULÚRIA. La rosca que une

Hace ya algún tiempo que mis apreciados vecinos y amigos VANESSA Y  PEDRO  me obsequiaron con unas de estas sabrosas roscos de sésamo de tradición griega elaboradas por ellos. Prometí divulgarlas en el blog añadiendo un poco de información adicional extraida de la Red. 

¡A comerse un rosco!
 
Una de las pocas cosas que borran las barreras sociales casi en cualquier lugar del planeta es el pan.
En Grecia existe un tipo de pan que se vende en puestos, y que para muchos cobra un significado de unión en el pueblo helénico: el kulúri. Son rosquillas delgadas e imperfectas cubiertas de ajonjolí, que se venden apiladas en carritos por las calles de las ciudades y pueblos griegos. Es muy común que los vendedores tengan una caja de cartón con monedas donde usted puede depositar el dinero para llevarse una pieza y tomar su cambio, en el caso de que lo requiera, incluso si el kulurás (vendedor de kulúri) está ausente. Los griegos afirman que nadie roba de la caja, porque entonces estas rosquillas no serían tan ricas. Se les tiene un cariño especial desde tiempos de la postguerra, cuando la escasez de alimentos era el “pan de cada día”, porque, paradójicamente, a los griegos no les faltaron los kulúria.
Dicen los oriundos de Salónica, al norte de Grecia, que sus ejemplares son los mejores de todo el país, y los conocedores afirman que los de la Plaza Aristóteles son los reyes.
(Kaliope Demerutis, periodista)
 


Ingredientes:

  • 15 gramos de levadura fresca o ½ cucharadita de levadura seca
  • 1 kilo de harina
  • 2 cucharaditas de sal
  • 100 gramos de azúcar
  • 50 mililitros de aceite de semillas de girasol
  • 300 gramos de semillas de ajonjolí
Elaboración:

Diluir la mitad de la levadura en 250 ml de agua caliente y mezclar con tres cucharadas de harina. Amasar hasta que quede una mezcla homogénea. A esto se le llama “pata” y se dejará reposar durante 24 horas. Al día siguiente, disolver el resto de la levadura en otros 250 ml de agua caliente, añadir tres cucharadas de harina, repetir el amasado y dejar reposar por 15 minutos. Tamizara tres cuartas partes de la harina con la sal en un cuenco, colocar en forma de volcán con un hueco al centro. Añadir el azúcar, el aceite y las dos mezclas de levadura.
Trabajar la masa lentamente hasta que se despegue de sus manos. Cubrir la masa con un paño y dejar reposar en un lugar templado hasta que haya doblado su tamaño y volver a amasar ligeramente 5 minutos más. Dividir la masa en trozos —en la medida de lo posible del mismo tamaño, unos 100 gramos por cada uno— y formar cilindros de unos 35 cm de largo.



Humedecerlos en agua y, antes de darle forma de rosca, rebozar la masa en el ajonjolí para que quede cubierta; luego presionar los extremos para que se peguen.



Hornear precalentado a 220 °C en bandejas engrasadas, durante 15 minutos, o hasta que doren ligeramente.


 
Recomendación: calientitos con café negro, como si estuvieras en las calles de Salónica.

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